Feb 28

Eso que llamamos hogar

De qué sirve una casa sino se cuenta con un planeta tolerable donde situarla

H.D Thoreau

Todos los animales tienen un lugar de pertenencia: Lo llaman hogar.

Desde tiempos inmemoriales los animales no humanos han circulado por el mundo de manera libre, espontánea y a veces errante.

Pero hubo un momento en que la curiosidad y avaricia humana pudieron más y esos seres que gozaban de su libertad en casas preparadas por la naturaleza fueron secuestrados, reproducidos y exhibidos para el goce de las personas.

El inicio de la domesticación de la flora y la fauna hace 10.000 años desencadenó un proceso, donde la necesidad de aprender sobre los hábitos y necesidades de las especies que nos rodean era imperativo.

Los primeros zoológicos nacen en la Antigüedad. En Egipto (1500 A.C.) se estableció el primer zoológico de la historia.

En el Medioevo, los señores feudales de Europa reunieron colecciones privadas de animales, como signo de poder y abundancia, siendo una de las principales la Ménagerie de Chantilly (Francia, 1663) que fue destruida durante la Revolución Francesa (1789 – 1799).

Durante la conquista de América se envían a Europa animales y pobladores locales como seres exóticos. La mayoría moría en el viaje y los pocos que sobrevivían eran destinados a colecciones privadas para ser expuesto en las cortes como “algo raro”.

La Sociedad Zoológica de Londres crea el primer zoológico científico del mundo, el Regent’s Park (1828), que no sólo pretendía la exhibición de distintas especies, sino también el estudio e investigación del comportamiento animal. El zoológico más antiguo de los Estados Unidos fue inaugurado en el Central Park de Nueva York en 1864.

En 1889, centenario de la Revolución Francesa que tanto promovió la igualdad y la libertad, 28 millones de visitantes pudieron apreciar una “aldea negra” con 400 africanos forzados a trasladarse a tal efecto. En la de 1900, se presentó un cuadro viviente de la isla de Madagascar, testimonio de la reciente adquisición de la Tercera República francesa y de su renovado orgullo militar y colonial, al que asistieron 50 millones de visitantes. Por la última, de 1931, transitaron unos 34 millones.

Empresarios de Argentina también se sumaron a la triste estadística, en 1881, cuando arribaron a París once indígenas fueguinos raptados y organizaron una exposición que fue visitada por 400,000 curiosos en sólo dos meses. De ellos fallecieron una niña y una mujer en los primeros días.

En 1958, se inauguró la primera feria desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial, era la Exposition Universelle et Internationale de Bruxelles y pretendía mostrar al mundo ideas de fraternidad, equidad e innovación para un futuro próspero, donde muchos países llevaron inventos que pretendían cambiar el mundo. Sin embargo Bélgica, organizó una exhibición de comunidades africanas a las que las personas se podían acercar para alimentarlas.

De la exposición al espectáculo, de lo salvaje a lo amaestrado, de lo exótico a lo único, hay una serie más de dicotomías que sirven para ocultar la verdad de estos zoológicos, que históricamente se han construido como monumentos al poder y de allí pasaron a ser un espectáculo del mismo, una manera amable de demostrar lo diferentes e “inferior” pero bajo control (Dachary, 2018).

En 1993, se presenta un documento que define los principios y políticas que tomarán los zoológicos a nivel mundial: La Estrategia Global para la Conservación en los Zoológicos. Publicado por la Unión Internacional de Directores de Jardines Zoológicos. La meta era apoyar y realizar proyectos que favorecieran la conservación de especies en peligro, fomentaran la investigación científica en beneficio de la conservación y generasen conciencia pública en la conservación de la biodiversidad y el desarrollo sustentable.

¿Qué pasa con los animales exhibidos en Zoológicos?

El término ‘zoocosis’ fue acuñado en 1992 por Bill Travers para referirse a las estereotipias-movimientos repetitivos sin motivo aparente, desarrollados por animales cautivos en zoológicos.

Es producida por una vida de aburrimiento y carente de objetivos. Inherente al estado de cautividad relacionada al confinamiento, la falta de privacidad, ausencia de ejercicio (físico y mental).

La zoocosis se puede detectar no sólo en animales del zoológico o el circo, sino también en animales de granja, en laboratorios o en otras situaciones de cautividad. Sin embargo, este tipo de comportamientos anormales y obsesivos no se dan en la vida salvaje. Por ejemplo, los elefantes, en estado natural, recorren hasta 20 km al día, se bañan y comen mucha variedad de alimentos, además de establecer relaciones sociales complejas con el resto de su grupo.

En condiciones naturales, los animales están constantemente estimulados por los cambios de su entorno. Algunos animales responden a la falta de estímulos y a la pérdida de control de su entorno con apatía, otros con comportamientos estereotipados, y otros desarrollan agresividad,  refieren Broom & Johnson (1993).

El hecho que distintas especies se vean obligadas a vivir unas junto a las otras hace que ciertos animales muestren comportamientos de huida, incremento en las pulsaciones del corazón y otros signos de estrés.

En la República Argentina grupos de activistas como #SinZoo trabajan para visibilizar lo que sucede puertas adentro de los Zoológicos y piden su erradicación.

Existe un proyecto para que el Zoológico de Buenos Aires sea reconvertido en un Jardín Ecológico, en donde se enseñe sobre los derechos de los animales y la promoción de temáticas ambientales. Ya no se recibirán animales de otros países, sino que serviría para que la fauna silvestre autóctona (abandonada o maltratada) se rehabilite, sin estar en exhibición al público, como un lugar de paso en el que los animales reciban la atención necesaria y después sean liberados o trasladados a reservas o santuarios (Revista OHLALÁ!, 2015).

El modo en que vemos a los animales en cautiverio ha ido cambiando. En 2014, la Sala II de la Cámara de Casación Penal determinó que Sandra, la orangutana que vivía en cautiverio en el Zoo Porteño tenía derechos: tras el recurso de amparo impulsado por la Asociación de Funcionarios y Abogados por los Derechos de los Animales (AFADA), la jueza en lo contencioso administrativo y tributario de la ciudad, Elena Liberatori, exigió al gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que le garantizara las condiciones necesarias para vivir y que se la estimulara para preservar las habilidades cognitivas. Y, fuera trasladada a un santuario para continuar con su vida en condiciones dignas. Hoy vive en el Center of Great Apes (Wauchula, EEUU) junto a orangutanes y chimpancés rescatados de zoos y circos.

Sandra marcó un antes y después en la legislación argentina, abriendo camino a otros seres no humanos para encontrar su libertad.

El mejor modo de terminar con la explotación de animales para fines recreativos es dejar de comprar una entrada. Detrás de los motivos “educativos” que sostienen estos lugares hay una vida de martirio, privación y tristeza. Hoy, las nuevas tecnologías permiten que nos acerquemos a ellos en un click sin necesidad de financiar su explotación.

¿Cuál es el rol de los Santuarios?

Un santuario de animales es un lugar donde sus habitantes están protegidos por el resto de sus vidas. Generalmente, los seres que llegan a sus puertas han tenido una vida de maltratos, padecido en granjas de producción y mataderos, abandonados y/o enfermos, etc.

Los residentes tienen la oportunidad de vivir tan naturalmente como sea posible en un entorno protector, intentando que se respeten entre sí.

La diferencia entre un santuario y otras instituciones es que en el santuario sus habitantes son la prioridad. Éstas fundaciones actúan en beneficio de los animales y los cuidadores trabajan bajo la noción que todos los animales en el santuario (humanos y no-humanos), tienen la misma importancia. En este contexto, se rechazan las acciones tomadas en beneficio humano a expensas de los residentes no-humanos.

Una de las más importantes misiones de los santuarios es educar en valores. No está abierto al público en el sentido de un zoológico ya que desea evitar actividades que puedan producir un estrés innecesario a los animales.

Éstas instituciones trabajan arduamente para que el respeto por lo animales deje de ser una utopía. Colaborar con ellas permite que más animales tengan una vida digna el tiempo que les quede vivir en esta hermosa nave que llamamos tierra.

Construyamos entonces sociedades capaces de coexistir de manera justa, digna; y por la vida, juntémonos y sigamos con esperanza defendiendo y cuidando la sangre de la Tierra y sus espíritus

(Berta Cáceres, 1971 – 2016). 

Más información en:

¿Los zoológicos deben desaparecer? La historia detrás del encierro de animales

De la exhibición a la conservación: El reto de los Zoológicos (1)

[Redacción: Úrsula Serdarevich, Voluntaria del Santuario El Paraíso de los Animales]

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